Decía en estos últimos días que sentía era hora de ser más responsable políticamente hablando. Eso, desde mi punto de vista, pasaba por asumir promesas hechas meses atrás, en especial con la militancia política.
A modo de introducción, debo decir que no me he visto nunca en un partido político, aunque soy militante de ideas de una forma que, incluso, a ratos resulta incómoda. Sin embargo, dado que meses atrás había decidido participar en el proceso de formación del PSUV, decidí no mantenerme alejada del proceso de su formación como había sido hasta la fecha y, pese a haber escuchado varios comentarios sobre quienes allí estaban, al menos en el batallón en el que me inscribí, decidí ir a ver por mi misma cómo se estaban organizando las actividades.
Me incorporé a la reunión de elección de voceros y voceras, comisionados y comisionadas del PSUV. Debo decir que pese a mi alejamiento del proceso de conformación del partido que ya había acumulado ocho reuniones anteriores, hubo buena receptividad a mi presencia en el lugar de reunión. Se me preguntó si había sido llamada por teléfono, a lo que respondí negativamente, luego, al revisar el listado de inscritos en ese lugar, constaté que no aparece mi ficha como inscrita como aspirante al PSUV, lo cual explicaba la razón por la que habiendo llamado a otros que conozco desde sus respectivos batallones, yo no fui informada de modo directo.
Bien, pese a lo incómodo, ese hecho es algo que tiene solución, según creo. Como dije antes me acerqué a "mi" batallón para asistir a la elección de voceros y voceras, comisionados y comisionadas. Una de las cosas de la que había sido advertida era que habían formado "planchas" para ser electos, es decir, grupos de siete personas cuyos nombres y cargos eran entregados a los miembros del batallón para su postulación y posterior elección.
Eso, aún sabiéndolo por parte de fuentes confiables, me resultó sencillamente asombroso de quienes se llaman a sí mismos revolucionarios. Esto, fundamentalmente porque los voceros (o voceras) son portavoces de las decisiones de la asamblea del batallón, nada más que eso, no son sus representantes, como también ocurre con los comisionados y comisionadas. Sin embargo, como digo, habían en mi batallón, planchas. Dos para ser más exactos.
Si bien el proceso de la asamblea discurrió conforme a las pautas establecidas por la Comisión Nacional, el proceso de postulaciones fue, sencillamente, pan y circo. Hubo quien postuló a alguien con ayuda del nombre que figuraba en el papel que le servía de chuleta, con lo cual, me deja al menos la duda de cuánto lo conocía. Por otro lado, el proceso de presentación de cada uno de los candidatos fue, al menos para mi, vergonzoso, pues figuraban allí "insignes" revolucionarios actuales cuya historia comenzó en el 98. Algunos de ellos no mostraron tener historia antes del 98, aunque de sobra es conocido para quienes allí estábamos, su procedencia de partidos como Copei o AD. Revisando en internet me encuentro que esto es algo ya denunciado por en varias oportunidades como secuestro de batallones del PSUV.
En las presentaciones, salvo una muy buena excepción, no hubo discurso o ánimo de debate. Parecía una pugna a ver quién estaba más cercano a Chávez o al chavismo, o quien había podido llegar más cerca del Comandante.
En mi caso, aún debiendo estar sólo como observadora (dada mi inasistencia a actividades anteriores y mi "borrado" de la lista de miembros del batallón), ya había concluido para mitad de la reunión cuánto daño nos ha hecho aquello que O'Donnell llamó "la otra institucionalización", centrada en la concepción de la elección de representantes como la más visible de las instituciones democráticas, al punto de cegarnos sobre el verdadero propósito y objetivo de los batallones y del PSUV mismo.
Sin duda la presentación de "chuletas" a los asistentes a la asamblea era ofensivo, pues no se trataba de nombrar un "equipo de gobierno" o algo así, sino simplemente escoger los mejores para transmitir las decisiones de la asamblea, que es algo radicalmente distinto. Quienes allí votaron no delegaron sus decisiones en manos de los elegidos, sino muy por el contrario debieron haberle pedido que fueran su voz, y someterse a las decisiones de la asamblea. Ni más, ni menos.
Pero más ofensivo fue conversar con uno de los candidatos a vocero y ver interrumpida la conversación por una llamada telefónica que le indicaba que "habían ganado" en otros batallones. Esto, definitivamente indicaba que la cosa es mucho más grave que la incorporación de copeyanos y adecos "redimidos" ahora a la revolución. La cosa es de búsqueda incesante y honda de cuotas de poder individual o de facciones, poniendo en condición de vulnerabilidad enorme por semejante torpeza los empeños y esperanzas de quienes creemos que, efectivamente el trabajo de movilización hay que hacerlo CON los ciudadanos, más allá de hacerlo DESDE las bases.
Diría que dos son mis conclusiones de cuanto pude ver ayer. En primer lugar, que nada haremos por la revolución y por la construcción del PSUV en este caso, si no avanzamos de un modo definitivo y claro, hacia la formación de ciudadanos. Aunque este es un proceso que se ha iniciado, es importante articular esfuerzos y empeños para que sean orientados hacia la formación y consolidación de prácticas ciudadanas que tributen a esa construcción del partido como algo que es bueno para el proceso y, por tanto, para todos. Cierto es como dijo Gramsci (y nos recuerda el Presidente con frecuencia), que en esta fase del proceso no ha muerto aún lo viejo (prácticas de cogollos, planchas, facciones...) cuando lo nuevo está emergiendo (una propuesta de movilización social ciudadana); sin embargo, aún reconociendo esta condición coyuntural, es importante salir al paso de ello y formar en los ciudadanos las capacidades y la disposición de construir desde su espacio comunitario y comunal las bases de las instituciones básicas de la revolución.
En segundo lugar, que cuanto queda en esta hora es hacer presencia desde cada batallón, y estar alertas a cuanto pueda mostrarse de perverso y de virtuoso en este proceso.
Dicen, o al menos así he sabido, que el Gobierno Electrónico se deriva de "(...) la manera como los gobiernos emplean las nuevas tecnologías para proporcionar a las personas mejor acceso a la información y a los servicios gubernamentales, mejorar la calidad de los servicios y dar más oportunidades para participar en los procesos y en las instituciones democráticas" (López y Leal, 2002: e-Gobierno, gobernar en la sociedad del conocimiento. Instituto Vasco de Administración Pública, Oñati). No entraré ahora en algunos detalles de fondo que creo ameritan ser resueltos en la redacción de esa definición, por dos razones básicas: (1) en lo dicho hasta ahora sobre gobierno electrónico no se encuentra una definición con tildes más de ciudadano y menos de agenciación de tareas administrativas, y (2) porque tal y como está escrita me sirve para ilustrar lo que ilustraré a continuación.
Desde días atrás me he propuesto retomar en algún un trabajo hecho con unos amigos sobre los sitios webs de partidos políticos y candidatos durante la pasada campaña electoral española (hace tiempo, no?). En su momento, hicimos un análisis tanto de plataformas como de contenidos de los sitios webs antes mencionados, con miras a ilustrar si esas herramientas TIC se ajustaban en su uso a la idea que va implícita en el concepto antes mostrado: las TIC como herramientas para el acceso a servicios e información pública.
Bien, pese a que ahora el tiempo del que dispongo no es mucho (y mi orden escaso tampoco ayuda ;)), me gustaría revisar los indicadores allí manejados y replicar ese trabajo esta vez con un propósito algo más ambicioso: decir algo del gobierno electrónico en Venezuela, que permita por una parte mostrar cuánto hay, y por la otra aportar algo para resolver la fundamental carencia que hasta ahora he observado en los análisis de estrategias y avances de políticas para el gobierno electrónico: su adecuación a un marco conceptual más ajustado a una idea de ciudadano (y en este sentido a una propuesta en particular de lo que debiera ser el ciudadano) que a una idea de cliente.
Mientras el tiempo llega (y quizás con el riesgo de que no llegue nunca), hago un ejercicio (sano creo yo) de visitar los sitios web del gobierno venezolano y observar qué ofrecen. De ese ejercicio, y tras la simple relación entre lo que ofrecen y lo que busco, podría decir que buena parte de ellos tienen una puntuación baja... bajísima. Sin embargo hoy me he encontrado con algo singularmente peculiar.
Desde hace meses escucho de los problemas interminables que padece el ciudadano para gestionar el pasaporte a través de los trámites que se han establecido recientemente para ello: inscripción/registro en una interface web, solicitud de cita, impresión de planilla, e inicio del trámite en la oficina de la ONIDEX que corresponda el día acordado.
En este proceso, parece haber dos cuello de botella, según he podido saber de quienes han hecho el trámite. Uno al inicio y relacionado o bien con el registro en el sistema, o bien con la obtención del día de la cita. He escuchado versiones distintas que conducen a una misma solución a la que llamaremos "gestor" para no colocarle el nombre que me han referido. El segundo cuello de botella tiene que ver con la recepción del pasaporte una vez culminado el trámite lo cual, pareciera, genera un efecto de "acordeón" entre las oficinas de la ONIDEX y los ciudadanos: o el ciudadano se convence de que tardarán mucho en entregarlo y la oficina se llena de pasaportes por ser retirados, o el ciudadano piensa que estará listo en el plazo establecido y entonces es la oficina la que no cumple con el plazo establecido para la emisión del documento.
Lo cierto del caso es que este proceso lleva dos pasos claves vía internet y que se han mencionado antes, y al ser algunos de los que generan cuello de botella, se convierten en procesos críticos. Bien, hoy he revisado la página de la ONIDEX, como usuario, y me he encontrado con una grata sorpresa: están remozando la plataforma para el trámite de pasaportes. Sin embargo, ocurren dos hechos que no dejan de llamarme la atención:
1) La dirección web de la ONIDEX no cuenta con un dominio ".gob.ve" como si cuentan (aún a través de un proceso de redireccionamiento) prácticamente todas las páginas web oficiales, conservando aún el dominio ".gov.ve" como principal, y obviando una disposición emanada del Ejecutivo nacional durante el año pasado.
2) Todos los enlaces a servicios ofrecidos desde esa página se refieren a páginas internas conduce, efectivamente, a páginas internas dentro del mismo servidor donde se aloja la página principal de la ONIDEX (ver captura 2).
Salvo, y es muy importante este "salvo", el servicio de pasaportes, que está direccionando a una página externa al servidor y, por si fuera poco el error (por la vulnerabilidad y desorden que genera esa práctica), bajo un dominio ".com.ve" que indica que se trata de una página de uso comercial, lo cual es contrario a la idea de servicio de páginas con dominios .org, .gob y otras similares (ver captura 3).
La cual, por cierto, hoy estaba caída al momento de hacer las capturas de pantalla ...
3) Finalmente, todas las páginas están mostradas bajo una conexión no segura, lo cual es importante atender en buena parte de los servicios prestados por el gobierno electrónico.
Hay varias observaciones posibles (que no conclusiones) sobre estos hechos, sobre todo si partimos de la noción que mostré como básica sobre gobierno electrónico al comienzo de este post, y pese a las limitaciones señaladas en cuanto a la concepción de servicio, ciudadano y gobierno. Si entendemos la identificación de los ciudadanos como un "servicio" del "gobierno" en los términos que se establecen en la misma, fácilmente se observará que hay carencias notorias en lo referente a su ensamblaje dentro de la estrategia de gobierno electrónico en particular, y de uso de TIC en general. Pero además se observa un escaso o nulo interés por la seguridad de los ciudadanos que se acercan a consultar y hacer uso de esta página.
Dicen en mi pueblo que una cosa piensa el burro y otra quien lo arrea, pero definitivamente hay espacios de construcción colectiva en los cuales no será posible hacer nada a menos que haya un consenso.